sábado, 18 de septiembre de 2010

Decir adiós en septiembre…

Acaricio promesas en septiembre, con el rostro hierático y una sonrisa fruto del cansancio cosida en las entrañas.
Araño septiembre y lo lloro en un banco de hierro forjado mirando cómo se consume un cigarro.
Me veo hermosa con los párpados hinchados y la entereza contradictoriamente intacta.
Me acurruco en apuestas perdidas, obvio los trasfondos y las sutilezas, y me visto de hojas secas en septiembre.
Me envalentono y me abro y me fundo en la negación de la cobardía.
Le aúllo a  la luna y se me ciegan los ojos, y me supero, me anulo, enloquezco de felicidad y desdicha.
Me lanzo billetes y me vendo a cualquier precio como una puta con el carmín corrido, ojos entreabiertos y labios sabor cerveza.
Insulto, miento, y escupo fotografías en blanco y negro con descaro y luego me devoro como si fuese carcoma.
Me rasco la piel y no ahuyento la culpa, ni el odio, ni el amor, ni el hambre. Me hago humana en septiembre.
Planeo una despedida cruel, me mojo los labios, callo y me vuelvo sumisa, débil, vulnerable, un feto del miedo que va ocupando más espacio en su placenta.

Siempre he odiado septiembre y nunca he creído en las despedidas.



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